09 Ago Martín Litwak: “La planificación para el retiro no es solo para ricos”
El fundador y CEO de @UntitledLegal sostiene que los recaudos patrimoniales para la tercera edad deben comenzar cuando se es joven. Qué objetivos se persiguen con estas acciones, cómo hacerlo, con qué instrumentos.
“Cuando uno se plantea estos temas durante la vejez es porque no los pensó antes. Y ahí ya hay algo que está mal”. Así, contundente, es la afirmación del abogado Martín Litwak, especialista en planificación patrimonial, cuando se refiere a la necesidad, precisamente, de planificar para la tercera edad, una costumbre muy extendida en los países desarrollados pero muy poco frecuente en la Argentina y en general en toda Latinoamérica.
“En las naciones más organizadas y económicamente exitosas, planificar para el retiro es parte de la vida, no de la muerte”, amplía Litwak, fundador y CEO de @UntitledLegal, una boutique de servicios legales especializada en planificación patrimonial internacional y el establecimiento de fondos de inversión.
En Estados Unidos, por ejemplo, como parte del protocolo en consultas médicas regulares, la cuarta o quinta pregunta que puede hacer un médico es si uno tiene testamento, apunta.
Litwak admite que, en estos temas, no solo pesan determinantes culturales sino también emocionales: “Abordar estos temas implica asumir que llegará un tiempo en que ya no seremos los mismos, que así como nuestro cuerpo no nos permitirá hacer las mismas cosas que cuando éramos jóvenes, nuestros ingresos también sufrirán cambios en comparación con el apogeo de nuestra actividad”.
“Por eso –según Litwak- uno tiene que planificar mucho antes de llegar a la vejez”. Para el experto, se trata de poder imaginarse la vejez cuando se está activo: “Cuánto voy a ahorrar, por ejemplo; planificar es eso: es establecer de cuánto me voy a privar hoy, para poder gozar después”.
De hecho, en eso consiste un trust, es decir el armado de una estructura en la que una persona aparta una porción de su fortuna o ingresos en su mejor momento personal y profesional, para que los administre un tercero de su confianza sin que ella pueda disponer de los fondos hasta que se den ciertas condiciones establecidas en un contrato.
El trust es un acuerdo mediante el cual una persona (settlor) transfiere la propiedad de ciertos activos a otra (trustee) para que los administre en beneficio de uno o más terceros (beneficiaries) y los transfiera definitivamente a éstos (u a otros beneficiarios) al cumplimiento de un plazo o al advenimiento de una condición (generalmente –pero no necesariamente- la muerte del settlor).
El otro aspecto que comporta este asunto es la posibilidad de que, a la vejez, se le añada una situación de vulnerabilidad, producto de alguna discapacidad propia de la edad, o incluso antes, en virtud de un incidente no previsto, a edad más temprana.
Litwak también advierte sobre la resistencia que existe a hablar de la cuestión de incapacidad, en particular de situaciones en las que, al encontrarse vulnerable, una persona puede ser víctima de abuso de otros, incluso sobre todo de sus propios entornos familiares. “De eso no se habla mucho, por lo tanto no se planifica”, subraya.
Pero en la Argentina como en el resto de los países del mundo existe la posibilidad legal de proponer la designación de un curador en previsión de la propia incapacidad, o curador anticipado. “Básicamente se trata de dejar establecido de antemano cómo uno quiere que lo traten ante determinada enfermedad o situación médica”, explica Litwak, quien a la vez advierte que, pese a que la figura existe legalmente, “la gente lo usa poco, el porcentaje es bajo”.
Como muestra, Litwak cuenta que hizo un relevamiento entre sus alumnos de la Diplomatura en Planificación Patrimonial que dicta en el Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina (CEMA), donde detectó que sólo el 6% había realizado esa designación, “cuando estamos, no ante un público en general, sino ante futuros especialistas en esa temática”, advirtió.
Históricamente, la legislación argentina preveía que el curador o curadora fuese una única persona. Pero luego la normativa cambió y está previsto que los curadores puedan ser más de uno, e inclusive que se distribuyan las responsabilidades según los temas. Por ejemplo que una persona se ocupe de administrar los bienes y otra de asegurar el tratamiento médico y la asistencia diaria.
La planificación para el retiro no es ni debe ser patrimonio de los más ricos. “Cuando uno tiene un patrimonio, sea grande o chico, está sujeto a riesgos: puede ser la inflación, la inestabilidad política o cuestiones muy particulares de cada familia, como la vulnerabilidad particular de algunos miembros”, describe Litwak y agrega: “Si la preocupación es meramente sucesoria, es decir dejar las cosas ordenadas, quizá con un testamento se puede solucionar. Pero si uno no confía tanto en que la gente que lo rodea va a hacer lo que uno quiere o lo que estipuló que quiere que se haga, entran en escena estructuras más complejas, como fideicomisos, o trust”.
El valor del patrimonio lo único que determina es el espectro de posibilidades de estructuración, ya que parte de la planificación consiste en analizar el costo-beneficio de las opciones disponibles según cada caso.
“Cuando los recursos de los que se dispone son menores, hay cosas básicas que uno puede hacer. En este contexto, el argumento del costo es lógico si uno tiene que hacer un fideicomiso, u otra inversión. No es tan lógica cuando hablamos de testamentos, poderes, o cuentas con doble firma, que son recursos a los que cualquiera puede acceder, igual que la declaración de voluntad anticipada o la designación de curadores, que suelen ser gratis o de costo muy bajo”, explica.
“La gente no lo hace, en general por desconocimiento y porque es más cómodo no pensar que en algún momento uno va a estar en una situación de necesidad que lo obligue a hacerlo”, agrega.
Cualesquiera sean los instrumentos que vayan a usarse, los objetivos de la planificación patrimonial con vistas al retiro, se pueden resumir en:
- Asegurar que los bienes sean administrados de modo de cumplir con los deseos y objetivos de sus propietarios, tanto en vida de éstos como luego de su muerte.
- Proteger la privacidad de los propietarios de los bienes en cuestión.
- Reducir el monto de impuestos aplicables al patrimonio, tanto en vida del cliente como tras su fallecimiento.
- Preservar los activos frente a eventuales reclamos de terceros (dentro de la familia y fuera de ella).
- Evitar la inseguridad jurídica propia del país en el cual los dueños de los bienes residen (confiscaciones forzosas, filtración de información confidencial, etc.)
- Disminuir el riesgo de ser víctimas de ciertos delitos, tales como secuestros, extorsiones o robos
Litwak distingue entre la planificación financiera, que tiene su centro de gravedad en el “quantum” y puede vehiculizarse mediante un asesor bancario, donde la clave es establecer “cuánto voy a ahorrar, cuánto voy a separar de mis ingresos presentes para asegurar mi retiro, y la planificación patrimonial, donde lo central es cómo me aseguro que después, eso que separé, se va a usar en mi beneficio”.
“Esto es planificación patrimonial, no financiera”, especifica y aclara que un aspecto clave es el armado de la estructura y la designación del proveedor, de cuál va a ser la persona que va a asegurar que se cumpla lo estipulado”.
Cuando alguien se aproxima a su vejez, tiene que empezar a elegir o ver cuáles son las personas ante las que se tiene que abrir y sincerar su patrimonio. Aunque no se trate aún de una situación que vaya a quedar formalizada en un documento es oportuno reunir a los hijos y decirles ´esto es mi patrimonio´ y otro tipo de información. “Explicarle a tu hijo donde está la llavecita que puede abrir la caja de seguridad o cuál es la clave para acceder al homebanking y girar dinero no es nada complicado ni implica gastar plata y ya estamos ante un acto de planificación patrimonial”
Para Litwak, la comunicación es el primer paso de la planificación patrimonial: a veces se trata de un mero papel escrito, no vinculante, pero útil como base para dar la primera orientación acerca de lo que se desea.
Se impone, también, la necesidad de realizar un análisis lo más honesto sobre uno mismo. Se trata, sin más, de saber quiénes son tus hijos, en cuál o cuáles de ellos confiar. “No es estrictamente un problema de cuán materialista es uno u otro; a veces tiene que ver con la formación de cada uno, con sus particularidades de carácter, o con su situación personal o familiar, el país en el que viven, entre otras cosas. Ese mismo análisis puede permitir prever si se pueden suscitar conflictos entre ellos, por ejemplo”.
“Muchas veces hay clientes que me dicen ´quiero armar un trust para evitar que mis hijos se peleen en entre ellos´. Mi respuesta es: ese es un tema de ustedes, de la educación familiar; no puedo evitar que se peleen, pero con un trust puedo lograr que el resultado de la pelea va a ser claro”, señala Litwak.
Desde ese papel informal hasta el armado de estructuras más complejas pasa por cuán obligatorio uno aspira a que sean los cursos a seguir cuando llegue el momento. “Uno puede decir ´mi patrimonio es éste y quisiera que pase tal cosa´, pero si los herederos piensan otra cosa, pues bien, ´arréglense como quieran, no es mi problema´. Desde eso, hasta poner el punto y la coma de cómo quiero que se manejen las cosas; todas son opciones válidas”.
“Cuando uno planifica para uno mismo, está resolviendo angustias futuras. Entiendo que es un ejercicio triste pensar en la muerte o en la incapacidad o que de repente uno no va a ver crecer a alguno de sus nietos. Pero es un tema de responsabilidad, las cosas van a suceder tarde o temprano y el riesgo de no planificar es dejar expuestos a los seres queridos y a uno mismo a una serie de situaciones que se podrían haber evitado”, concluye Litwak.